Diagnóstico del medio editorial y perspectivas

Síntesis

Consta de seis apartados: “I. Mercado editorial o la serpiente que se muerde la cola”, donde se aborda el raquítico peso económico de nuestro medio editorial, los principales problemas a los que se enfrenta desde tiempo atrás, la pérdida de capacidad de compra y las razones por las que la producción editorial resulta cara. “II. Rescatar lo rescatable”, apartado en el cual se mencionan y evalúan proyectos editoriales y culturales exitosos del Estado que se proponen rescatar, servir de antecedentes positivos y profundizarlos. “III. Propuestas tributarias y estatales para el apoyo y fomento editoriales”; aquí se enumeran medidas fiscales que seguramente pueden contribuir al desarrollo del medio editorial. “IV. Nuevas tecnologías al rescate”; se mencionan diversos recursos tecnológicos que pueden mejorar los tiempos y costos de producción, y a su vez dar salida a publicaciones de mercado restringido, con impresión bajo demanda y publicaciones digitales. En el apartado “V. Capacitación editorial o dónde y con quiénes nos formamos”, se mencionan las ofertas de capacitación que se han establecido en el país, con información sucinta que permite conocer sus antecedentes y principales características. Finalmente, en el apartado “VI. Conclusiones”, se hace hincapié en el apoyo, consolidación y expansión del medio editorial como factor estratégico fundamental del desarrollo y defensa del país.

I. MERCADO EDITORIAL O LA SERPIENTE

   QUE SE MUERDE LA COLA

Resulta ya un lugar común, pero no por ello es menos cierto, que en México hay pocos lectores, que las publicaciones –concretamente los libros– son caras, que por lo anterior los títulos quedan en bodegas o se resiente una alta devolución, que los medios electrónicos son casi enemigos acérrimos y desleales competidores de la actividad editorial clásica, que no hay mercado para el medio editorial, que la actividad editorial está en crisis y un etcétera casi interminable, aun empleando abreviaturas. Sí y no, sí y en parte, sí y cuáles soluciones.

              ¿La actividad editorial en México puede ser considerada como industria? Aunque varias macroeditoriales se comportan como industrias, el conjunto de la facturación de libros en las estadísticas 2017 emitidas por la Caniem (10 125 millones de pesos) apenas representa 0,049 por ciento del producto interno bruto del país (20 billones 704 mil millones de pesos). La participación del medio editorial de libros es en España de 5 por ciento del pib y en los Estados Unidos de 4 por ciento.

              Esto deja, desde el punto de vista del peso económico de nuestra actividad editorial, como artesanía la edición de libros (la de publicaciones periódicas enfrenta peor escenario).

              El medio editorial mexicano se encuentra en recesión, agravada por un importante problema estructural: su fragilidad debida a una excesiva dependencia del dinero público, volcada en los libros educativos subvencionados, “sin músculo exportador ni incentivos para la inversión privada” (David Marcial Pérez, El País, 27 de noviembre de 2018). Añadiríamos su baja rentabilidad, complejos y costosos circuitos de comercialización para las publicaciones impresas e insuficientes alicientes y estímulos del Estado fuera de sus compras de libros de texto y obras para Biblioteca de Aula, Libros del Rincón y demás programas similares.

              En 2018 editoriales independientes, pero de alta facturación (hasta 25 millones de pesos anuales), como Sexto Piso, informaron que ése fue un año sumamente difícil, con poco ejercicio presupuestal. Comentaron que 500 librerías para un país de casi 130 millones de habitantes resultan del todo insuficientes. Informó Débora Holtz, de Trilce, que pasó de producir 15 libros al año a sólo seis. Guillermo Quijas, de Almadía, comentó que los programas educativos le ayudaron a despegar en 2008, “cuando les compraban más de 100 mil ejemplares de un solo libro, pero esto se fue a la baja, por lo que han tratado de fortalecer la distribución en librerías privadas”.

              Las librerías públicas (Educal y fce) han llegado a representar 30 por ciento de la facturación de las editoriales independientes. Pero el proyecto de la Secretaría de Cultura también ha mermado. En términos generales se pasó de editar tres títulos a uno.

              Tomás Granados, de Grano de Sal, explica que “El problema que hay que atajar es lo poco profundo que es el mercado al tener tanto peso lo público, por lo que falta fomentar la inversión privada a través de beneficios fiscales”.

1. Los problemas que se arrastran desde lejos

Falta de hábito de la lectura. Se diría que, desde siempre, la educación escolarizada ha enseñado a leer pero no a formar lectores. Ésta ha sido una realidad incuestionable, y lo ha sido porque usualmente el niño considera el libro como tarea –en el peor sentido del término–, casi como castigo, con temas y lenguaje que le son ajenos, incomprensibles (en parte por responsabilidad de autores y editores, en parte por falta de desarrollo cultural del niño, su familia y su entorno).

                Ese niño llega a su casa y, en la mayoría de los casos, no solamente no ve libro alguno (quizá salvo los de texto gratuitos), sino ni siquiera periódicos. Su familia no tiene hábito de lectura. Sus amigos y sus familias y su comunidad no tienen el hábito de la lectura.

              ¿Cuántos egresados de una carrera universitaria se han dedicado a extraer exactamente –y ni uno más– los párrafos precisos del libro para el examen y egresan de la carrera prácticamente como analfabetos funcionales.

              El problema de fondo es que no se ha instituido el libro (y la gran mayoría de publicaciones) como objeto de consumo, como bien cotidiano y necesario. Se le conoce poco como medio de exploración, de juego, de entretenimiento, de diálogo, de catapulta para impulsar la imaginación, de placer, de goce estético, de identificación con personajes y situaciones, de conocimiento voluntario –sencillamente por conocer–.

              Afortunadamente hay conciencia extendida de esto y los esfuerzos por fomentar la lectura se multiplican por varios segmentos de la sociedad (sistema educativo, círculos de lectores, familias, promotores culturales independientes e institucionales).

              Es que, de hecho, se requiere un verdadero, perseverante y decidido esfuerzo nacional de fomento a la lectura. Los planes y proyectos parciales ayudan, desde luego, pero aislados no cristalizan de forma general. Se requiere una coordinación nacional (pública, privada, social, educativa, comunitaria) para que los esfuerzos sean exponenciales, multiplicadores, y no una simple suma de resultados parciales.

              Por otra parte, no es del todo cierto que el mexicano no lee. Quizá no lea lo que uno quisiera, pero si no fuese así no existirían tirajes de publicaciones sepias, historietas rosa, revistas femeninas, aquellas que resultan simples hologramas o extensiones de la televisión y sus ídolos, y un etcétera bastante extenso. El problema es que ese lector no trasciende este universo, no va más allá, no da el salto de la frivolidad, el chisme y el escándalo, el morbo y el glamur, a otros entornos. Según el Inegi (abril de 2018), la población lectora ocasional de libros representa 45 por ciento de la población total

              Pero qué tal el éxito de publicaciones periódicas como Arqueología Mexicana, México Desconocido, Muy Interesante, ¿Cómo Ves?, Artes de México, Expansión, National Geographic  y otros etcéteras también, no tan extensos como el anterior, pero nada desdeñables.

              Otra medida muy importante para el fomento a la lectura es acercar las publicaciones a la gente, que se divulgue cómo se hacen, qué oficios y especialidades implica su labor. Todo con el fin de que la publicación no resulte ajena y distante a un probable lector.

Baja escolaridad. No se puede esperar notables resultados del fomento a la lectura y de incremento a la actividad editorial si continuamos con una escolaridad de escasos siete u ocho años (en los cuales nuestros niños quedan en el lugar 31 de 32 países de la OCDE en lenguaje –y matemáticas–) y nuestros bachilleres y universitarios en buena parte no salen de los apuntes para el examen. Conforme la prueba Planea, 49 por ciento de los estudiantes tiene dominio insuficiente de comprensión lectora y sólo 3 por ciento obtuvo dominio sobresaliente.

2. Pérdida de capacidad de compra

El peso de hoy compra apenas 15 o 20 por ciento de lo que el peso de 1982 compraba, es decir, se padece una dramática merma del poder adquisitivo de los ingresos, que llega a 80 por ciento. Si no hay dinero en los bolsillos, unas de las primeras cosas que se consideran prescindibles son –no las bebidas gaseosas ni alcohólicas, ni las fritangas, antojitos y botanitas chatarra– las publicaciones.

              En cualquier país del mundo los consumidores de libros y publicaciones mayoritariamente pertenecen a las capas medias ilustradas. Éstas son las que compran y usan las publicaciones: estudiantes y maestros de niveles medios y superiores, profesionistas y sectores de trabajadores de cuello blanco. ¿Dónde están nuestras clases medias? ¿Dónde han quedado?

              México presenta una acelerada depauperización de esos segmentos naturales compradores de publicaciones. Esta situación, como se comprenderá, rebasa totalmente el ámbito editorial. Nuevamente, es un problema nacional micro y macroeconómico de resarcir el poder de compra y extender nuevamente esas capas medias ilustradas (y por ilustrar, se añadiría), así como buscar el interés de los sectores mayoritarios de la población. La población considerada en la línea de pobreza apenas puede invertir en el rubro “educación, cultura y recreación 306,30 pesos mensuales, si corresponde a áreas urbanas, y apenas 116 pesos mensuales si a áreas rurales.

3. Producción editorial que, pagando poco, resulta cara

Por la situación descrita de enfrentar un magro mercado, resulta comprensible que las editoriales se vean orilladas a bajar los volúmenes de producción. De los tres mil ejemplares de los años setenta que los nuevos títulos tenían de tiraje, hoy –salvo consabidas excepciones– este tiro ha disminuido a 2 mil e incluso menos. El sector universitario, por ejemplo, publica de 500 a mil ejemplares.

              Esto trae como consecuencia que se encarezca la producción, pues hay pocas unidades o productos en los cuales amortizar las inversiones fijas (costos editoriales y preprensa), que serían las mismas para editar un ejemplar o cien mil. Como cualquier proceso industrial, a mayor volumen, menor costo unitario. El libro y las publicaciones enfrentan lo contrario.

              Por ello, aun pagando poco los servicios editoriales, la producción resulta cara: por su bajo volumen de producción. En otros países las industrias editoriales hacen sus nuevas ediciones de 4 mil a 20 mil ejemplares, lo que resta competitividad a la mayoría de las ediciones nacionales. Debe fomentarse la coedición, no tanto para abatir lo que cada editorial necesite invertir, sino para abrir nuevos canales de distribución y comercialización, lo que permitiría incrementar los tirajes y abatir el precio unitario.

              Además, toda editorial enfrenta una realidad financiera en contra, simplemente por sistema: tiene que pagar de contado su operación y compra de insumos (salvo el papel), para esperar cobranza de 90 a 180 días. Esto representa un pavoroso vacío financiero de recuperación de capital. No solamente se enfrenta a la incertidumbre de poder agotar su primera edición en el transcurso de seis a ocho meses, sino que verá el producto de sus ventas a muy largo plazo, teniendo que enfrentar pagos de contado de su proyecto editorial.

              Esta situación ha obligado al editor a ser, además de un buen editor y organizador de producción, un excelente financiero. Por eso Álvaro Garzón, exdirector de Cerlalc (instancia de la unesco de fomento al libro en América Latina y el Caribe), definió al editor de hoy en nuestra región como un centauro: mitad promotor de la cultura y mitad financiero y hombre o mujer de negocios.

              Para agravar todavía más esta situación financiera en contra, el medio editorial, cuando menos el productor de libros, tiene que enfrentar estrechísimos márgenes de utilidad en primeras ediciones, cuando no pérdidas aun agotando la edición. Hoy la utilidad esperada en primeras ediciones, con el mayor de todos los éxitos posibles, no supera en la mayoría de los casos 2 por ciento del precio de venta al público. ¿Esto es negocio? El promedio internacional de utilidad para emprender cualquier actividad económica es de 30 por ciento. La recuperación se presenta en la reimpresión, al abatir totalmente los costos editoriales. Ese 10 o 15 por ciento de margen se iría a utilidad. Pero la bendición de reimprimir parece que se presenta sólo en dos de cada diez nuevos títulos, lo que infiere una deficiente planeación editorial.

              El editor, quiéralo o no, y su editorial –independientemente del objeto manifestado en su acta constitutiva– tienen que considerar un cierto grado no mercantil en su actividad, esa parte que existe por motivos distintos al del lucro. Si su actividad fuera estrictamente mercantil, se sugeriría emprender otro negocio. Casi cualquiera, menos el editorial. Aquí hace falta entrega, vocación y un mayor o menor margen de desprendimiento.

II. RESCATAR LO RESCATABLE

Dentro de un somero diagnóstico de la política cultural del Estado desarrollada años atrás, deben rescatarse y profundizarse las buenas experiencias emprendidas del ámbito editorial y cultural, como las publicaciones del gobierno del estado de Tabasco, cuando estuvo al frente Enrique González Pedrero y en la parte editorial y cultural Julieta Campos. La colección Sep/Setentas, con primeras ediciones vendidas y cobradas (a 10 pesos de su tiempo) de 40 mil ejemplares, y reimpresiones de 100 mil ejemplares, distribuidos principalmente en puestos de periódicos, y la creación y operación de Radio Educación, así como la fundación de Telesistema Mexicano, tres proyectos exitosos dirigidos por María del Carmen Millán. Los Libros del Rincón y Biblioteca de Aula. El Premio “Edmundo Valadés” a Publicaciones Independientes. La preservación y difusión de las lenguas originarias por el Inali. En fin, varios proyectos culturales fructíferos y positivos para elevar el nivel cultural, y a final de cuentas el nivel de vida, de la población.

              Debe fomentarse la educación humanística y artística desde los niveles básicos educativos, a cargo de profesionales de las disciplinas correspondientes. La cultura –su creación y difusión– implica un despertar de conciencias, un entender e influir en los mecanismos de la sociedad y los de quienes ejercen su control. Aspirar a un caudaloso despertar y desarrollo de los ámbitos culturales en todos los órdenes y espacios, donde un lugar preponderante lo tiene el medio editorial.

III. PROPUESTAS TRIBUTARIAS Y ESTATALES

      PARA EL APOYO Y FOMENTO EDITORIALES

Resulta muy conveniente rescatar un criterio hacendario justo y benéfico para el medio editorial, que consistía en transferir el impuesto sobre la renta (isr) a reinversiones sobre nuevos proyectos presentados por las editoriales. Este criterio estimula la inversión de productos y actividades editoriales.

              Otro aspecto hacendario sería considerar las publicaciones no exentas del impuesto al valor agregado (iva), sino con tasa cero.

              Un asunto de muy difícil solución, pero que lastra considerablemente el precio de venta al público sobre todo de libros es la alta comisión de 40 a 60 por ciento que los puntos de venta se arrogan, cuando en otros países esta comisión no excede 25 por ciento. Esta gran diferencia repercute en el incremento de costos y en la merma de una probable utilidad. Con estas condiciones no se puede esperar un pleno fomento de la actividad editorial.

              En estos aspectos tributarios es de tomarse en cuenta la protección estatal española a la actividad editorial de su país que en toda su historia ha demostrado, incluso en las oscuras y terribles épocas franquistas.

              El medio editorial exige proyectos específicos de apoyos y consideraciones tributarias, dentro de otros estímulos, pues su actividad se considera ante la hacienda pública como actividad estrictamente mercantil o comercial, cosa que en la mayoría de los casos no es así, incluso con editoriales con régimen s.a. Las editoriales son parte importante y destacada de la fuerza cultural y ciudadana de un país.

              Un aspecto tributario que puede proponerse al conjunto de empresas no culturales es que, de la masa de impuestos sobre la renta por pagar, pueda deducirse un determinado porcentaje (hasta 10 a 20 por ciento, según el volumen de facturación) destinado al apoyo y subvención plenamente comprobables a actividades y proyectos editoriales. Esto ha dado muy buenos resultados en cuanto a la promoción y producción editoriales en los países que han aplicado esta medida.

              Debe explorarse y fomentar el apoyo financiero para microempresas y colectivos editoriales, tanto para su constitución como para su consolidación, así como diversos estímulos, facilidades y apoyos de diverso tipo para crear, consolidar o expandir su labor.

              Nuestro medio enfrenta una contradicción de fondo: en un primer momento debiera contar con un fuerte apoyo estatal en varios aspectos, desde tributarios, financieros, legales, promocionales, de infraestructura, difusión, etcétera, pero a plazo mediato el medio editorial debe consolidarse y expandirse ya con su propia fuerza. En ese futuro promisorio no debe dependerse tanto del ámbito institucional.

IV. NUEVAS TECNOLOGÍAS AL RESCATE

Por fortuna, al editor de hoy se le abre un abanico de nuevas posibilidades de producción para divulgar sus textos con mejores tiempos y menores costos totales de inversión.

1. Impresión bajo demanda. Por ejemplo, la duplicación digital bajo demanda exime al editor universitario del fatídico tiro de cuando menos mil ejemplares del offset convencional. Si su universo de lectores no excede las 300 personas y, aún más, no quisiera embodegar y esos 300 ejemplares pudieran exigir cambios y correcciones, nuevos datos e incorporación o supresión de elementos (tanto en texto como en imágenes), se le ofrece la posibilidad de publicar de uno a 300 ejemplares, estrictamente con el tiraje indispensable para sus lectores. ¿Que resulta más caro el precio por ejemplar que el de una edición convencional en offset? Desde luego, unas tres o cuatro veces más. Pero el monto de la inversión se reduce dramáticamente y no embodega ni un ejemplar. Nada se desperdicia.

              Los originales pueden presentarse en soporte digital (lo más conveniente) o en papel tamaño carta (que será escaneado por el lector óptico incorporado a la máquina).

              La limitación de estos sistemas es su bajo lineaje de artes gráficas (unas 80 a máximo 120 líneas por pulgada) frente al offset (de 133 a 700 líneas por pulgada, según papel, preprensa y calidad de la prensa).

2. Salida en Computer to Plate (ctp). Esta innovación tecnológica ha revolucionado las artes gráficas. El concepto es dar salida al trabajo de la computadora a la lámina de impresión, sin necesidad de emplear película negativa o positiva (se eliminan las etapas de fotomecánica o filmadora, la formación de las películas y la insolarización o transporte de la película a la lámina, la cual elimina procesos intermediarios –lográndose más calidad en el trabajo, menor tiempo de producción y, según el sistema ctp empleado, más bajos costos–. Pero la mayor ventaja que brinda este avance tecnológico, sin duda alguna, es el control de calidad.

              Existen diversos sistemas ctp, que podríamos clasificar en caseros o industriales. El primero consiste en una impresora láser de alta resolución Xanté PlateMaker 8 (4 800 x 4 800 puntos por pulgada, 2 gb de memoria ram y salida hasta de 175 líneas por pulgada), con temperatura que quema láminas de poliéster, con formato máximo de doble oficio. Estas láminas pueden ser acopladas en pares para dar formato cuatro oficios en la prensa. También imprime positivos o negativos con el mismo formato. En caso de tirajes mayores, por los cuales fuera necesario usar prensa de ocho oficios e imprimirse con láminas positivas o, de exigirse negativos, los positivos sirven como originales mecánicos de excelente calidad para obtenerse negativos por contacto (no por cámara), dando mucho mejor resultado que los negativos obtenidos por cámara. Con este sistema se produce con bajos costos (menores que los de la antigua fotomecánica), a un tiempo incomparablemente menor y con mayor calidad (equiparable a preprensa convencional con lineajes medios).

              El sistema ctp industrial resulta, en unos casos, igual en cuanto a costos de preprensa con negativos, pero con mayor calidad y menor tiempo de producción. En otros, con salida estocástica o de micropunto (700 líneas por pulgada), o con punto híbrido (300 a 600 líneas por pulgada), en láminas de aluminio, la calidad es extraordinariamente superior, pero también su costo, ya que puede llegar a ser el doble del de la preprensa convencional. Pero hay trabajos que exigen la más alta calidad, lo cual justifica esta inversión.

              Por otra parte, se encuentra el concepto Computer to Press o de offset digital todo a cuatro tintas, por el cual las láminas son quemadas, fijadas, limpiadas, arregladas, ajustadas y registradas en la misma prensa, dentro de ella, y no fuera, como con el sistema Computer to Plate. En este caso los talleres no acostumbran cobrar el equivalente a preprensa.

              Existen dos prensas predominantes en el mercado: la Quickmaster di con formato doble oficio y la Speedmaster 74 di (con cuatro oficios), ambas fabricadas por Heidelberg. Éstas son prensas de offset, no duplicadoras ni impresoras digitales, es decir, con calidad de offset (de 150 a 300 líneas por pulgada), que usan tintas para offset, no tóner. La tinta penetra el papel, no se queda en la superficie, como sucede con el tóner.

              Estas prensas son idóneas para trabajos de selección de color con tiros pequeños y medianos: de 500 a 3 mil ejemplares. Dada la orden de impresión desde la computadora, se cuenta en menos de 15 minutos con el frente de 500 ejemplares perfectamente impresos, con un mínimo de merma y gran fidelidad de color de los archivos digitales.

3. Salida a distintas versiones digitales. Los problemas de publicación de las editoriales universitarias (con extensa cadena de obras que deberán ser publicadas y cada día menos presupuesto para hacerlo) o de las llamadas independientes pueden subsanarse en buena medida si consideran publicar en forma electrónica ese gran conjunto de títulos y sólo aquellos con más visos de éxito en el mercado publicarlos en papel, apoyadas en coediciones con editoriales que tengan buen circuito de comercialización y representen sellos editoriales prestigiosos.

              El libro electrónico en este caso, sobre todo para la edición de obras técnicas y de referencia, aunque también para títulos de interés general, puede subsanar en buena medida los altos costos de comercialización de las publicaciones impresas, la posibilidad inmediata de agregar correcciones y actualizaciones e incluso para utilizar datos variables en cada ejemplar. Con características semejantes al caso anterior, pero aun con menores costos –de hecho, sólo la contratación de un espacio web–, muchos títulos pueden subirse  a la red para ser consultados o bajados por los interesados. Consecuentemente con el carácter comercial o no de las obras, éstas podrán ser impresas por el lector (con los acabados que desee) mediante el pago de todo o parte del trabajo, o en forma gratuita. Además, el uso de Internet por las editoriales resulta ser magnífico recurso de promoción, en un medio que promete crecimientos espectaculares, aunque hasta las estadísticas editoriales de 2017 el libro electrónico representa sólo 1,4 por ciento del mercado, o sea, 98,6 por ciento corresponde al libro impreso. Pero esto no quiere decir que se deje a un lado la edición para salida a e-book. Hay que hacerla por sistema.

              Lejos de ser competidores desleales, los medios electrónicos han resultado invaluables aliados de la actividad editorial; son, pues, complementarios.

V. CAPACITACIÓN EDITORIAL

    O DÓNDE Y CON QUIÉNES NOS FORMAMOS

Nuestro medio busca actualmente formar cuadros integrales, multidisciplinarios, a quienes, independientemente de su oficio u oficios principales, cotidianos, casi nada o nada les resulte ajeno. Su información pretende ser completa, del árbol o soporte electrónico al lector o usuario, pasando por complejas, y a veces largas y prolijas, cadenas de labor editorial, producción, distribución y comercialización. También se trata de dar un paso trascendente: pasar de la artesanía a la industria, fase en la cual aún estamos inmersos, ya que pocos centros editoriales se comportan verdaderamente como industrias.

        De aquí la gran utilidad de poseer ofertas de capacitación editorial profesionales y contemporáneas de formación de editores (y de todos los oficios conexos y derivados).

        Algunas universidades organizan cursos y diplomados con temas editoriales, tratados como extensión universitaria o de capacitación interna de sus departamentos de publicaciones. Pero con programaciones fijas y secuenciales contamos con las convocatorias, desde 1975, de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), con cursos usualmente cortos, de unas 18 horas. Desde 1991 se cuenta con los cursos, generalmente básicos, con duración de 16 a 18 horas, de la Casa Universitaria del Libro (Casul), actualmente dependiente de Difusión Cultural de la unam. A partir de 1992 comenzaron las especializaciones (226 a 234 horas), diplomados (120 a 150 horas) y cursos (de 40 horas) del Centro Editorial Versal, s.c., que actualmente, después de 27 años ininterrumpidos de capacitación editorial, cuenta con más de 350 cursos emprendidos, de los que han egresado más de 4 500 participantes de México y América Latina, ya que ha organizado tres diplomados latinoamericanos, con la participación de representantes de más de 13 países de América Latina, además de haber sido contratado por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y por el Instituto Cubano del Libro, así como por la Universidad Estatal a Distancia (Uned) de San José, Costa Rica. La Asociación de Profesionales de la Edición, a.c. (peac), mantiene un diplomado en edición y otros cursos editoriales. En fechas mucho más recientes han convocado cursos y diplomados la revista A! Diseño y la editorial Sexto Piso.

        Para prez y loor de América Latina, existen cuatro universidades que ofrecen la carrera de editor, con sus respectivos ocho semestres, cuatro años de estudios. Tres de esas universidades son brasileñas: la afamada usp, Universidad de São Paulo, que desde 1972 estableció la carrera de produção editorial o editoração; le sigue la Universidad de Río de Janeiro; y una más, privada, en São Paulo. La cuarta es la Universidad de Buenos Aires. Una quinta universidad, que en la carrera de comunicación tiene la especialización editorial en el último año, es la Universidad de Lisboa.

        De maestrías, especializaciones o especialidades (másters), diplomados y cursos contamos con muchas ofertas, a distancia (on-line) y presenciales. Hay que recordar el valioso esfuerzo de una maestría en edición emprendida por la Universidad de Guadalajara y la Caniem, que existió de 1993 a 1996, en Guadalajara y en Ciudad de México, pero que desafortunadamente fue congelada, así como una licenciatura (de cinco años) que con el título de diseño editorial trató de establecer la Universidad del Claustro de Sor Juana a fines de los noventa.

        Después de una promesa de fundar licenciatura, la uam-Xochimilco constituyó una maestría en diseño y producción editoriales en la primavera de 2009. Según Gerardo Kloss Fernández del Castillo, impulsor del proyecto, “la relevancia de la maestría radica en que el mercado editorial demanda con urgencia la profesionalización del ramo”, así como el posgrado pretende “fomentar los cruces de distintas disciplinas, por ejemplo, que un corrector de estilo entienda aspectos de finanzas o que un diseñador conozca de gramática; incluso que un impresor de mercadotecnia”. “El egresado comprenderá el proceso completo de edición y será capaz de sostener un diálogo con todos los agentes que lo conforman.” En la búsqueda del cuadro integral, multidisciplinario, renacentista, pues. Finalmente, la Universidad Autónoma de Morelos emprendió también una maestría en edición, pero basada en el concepto de la uam: en la producción y el diseño, no en todo lo que interviene en el cuidado de la edición, es decir, en el texto.

VI. CONCLUSIONES

Si bien la actividad editorial hoy en México representa sortear una larga y espinosa cadena de dificultades y exigencias, a veces desmesuradas, tiene destino y futuro. Como quiera que sea, se deberá editar y publicar.

              Deben emprenderse medidas organizativas entre las editoriales y sus profesionales para enfrentar juntos las difíciles condiciones que se presentan. Necesitamos conocimiento, relaciones y organización. Habría que rescatar proyectos y experiencias provechosos, como los del Grupo de las Diez, con compras consolidadas y participaciones conjuntas en las ferias del libro nacionales e internacionales, compartiendo incluso difusión de sus catálogos y medidas de promoción, como los de la Brigada para Leer en Libertad, organización vigente y actuante desde hace años.

              Así como los traductores, adaptadores, diseñadores, fotógrafos, ilustradores y otros profesionales de la labor editorial poseen derechos morales, los editores y correctores, quienes se enfrentan con el texto en sus diferentes etapas y definen la estructura de las obras, y a su vez la organización tipográfica del texto, debieran también ejercer derechos morales, pues en muchos casos son verdaderos coautores de lo publicado, ya que, detrás de cada gran escritor se encuentra un buen editor y el equipo de corrección.

              Debe buscarse opinión de los lectores actuales o posibles, elaborando encuestas en las ferias y encuentros del libro. Detectar sus necesidades, gustos y expectativas. Hacerlos participar de alguna manera en las proyecciones editoriales. Buscar nuevos puntos de exhibición en ese 94 por ciento de municipios mexicanos que no cuenta con librería alguna.

              Nada sería más benéfico para el desarrollo del país que esas visibles actividades de fomento a la lectura y la escritura comenzaran, no sólo a fructificar, sino a consolidarse como esfuerzo común.

              ¿Habrá un pequeño conjunto de personas (unas 13 mil) obcecadas y obsesivas en consolidar y promover el trabajo editorial? Ahí está. Estos tiempos obligan a extraer de todos más imaginación y más creatividad, más empeño, calidad, planeación y entrega a una labor de la cual, a no dudarlo, se apuesta una parte significativa del crecimiento nacional. La labor editorial debe entenderse y considerarse como factor estratégico fundamental del desarrollo y defensa del país.

Rosana de Almeida, Alma Mariana Ayala Bautista, Oswaldo Barrera Franco, José Alfredo Cabrera Morales, Graciela Chávez Orozco, Irma Angélica Delgado Ordónez, Darío Antonio Escalante Villegas, María del Pilar E. Flores R., Luis García Gascón, Luis Antonio Gómez, Miguel Ángel Guzmán, Laura Sunseharay Ilarraza Gálvez, Elsa Ivonne Jiménez López, Minerva Juárez Ibarra, Maritza Macín, Carlos Martínez Gordillo, Silvia Medina Gallardo, Humberto Musacchio, Víctor Portillo Rodríguez, Andrés Sierra, Fernando Triano Martínez, Jorge Triano Martínez, Francisco Raúl Vargas Sánchez, Julio Villanueva, Alejandro Zenker